Alexander Basinas

De cabello castaño claro con reflejos rubio y ojos verdes, tiene el rostro de un niño. Labios carnosos, nariz pequeña y mandíbula dura, son rasgos que le caracterizan.
Su complexión atlética muestra el duro ejercicio que ha llevado realizando desde su más temprana edad.
No hay mujer que no lo desee, y él lo sabe muy bien, cosa que aprovecha bastante.
Suele vestir con cazadoras de cuero y vaqueros. Ropa cómoda e informal.





Frío y calculador. Ese es su carácter. Nunca hace nada sino obtienen algo a cambio, estudia todos los movimientos de los que están alrededor, y aunque tiene por carácter ser un bromista y cachondearse de su propia sombra, nadie imaginaria el ser sin escrúpulos que se esconde en su interior.
Su corazón está podrido, desde que era un niño, un muro fue armándose en su interior, los sentimientos más tiernos fueron muriendo en él.
Es inteligente y estratega. No desees nunca cruzarte en su camino, verás que la cara de niño bueno que tiene es sólo eso, una cara bonita.





Alexander vivía junto a sus padres y sus hermanos en una aldea a las afueras de Atenas. Cuando él sólo tenía séis años, unos soldados atacaron su aldea y mataron a su familia, a él lo torturaron durante horas, y dejaron su pequeño cuerpo destrozado sobre un montón de cadáveres, esperando que muriese y que algún cuervo comiese sus entrañas.
Pero él resistió, reuniendo sus pocas fuerzas, salió de aquellos cadáveres y de las ruinas de su aldea, andando hacia donde le llevaran sus pies. La sangre caía por sus débiles brazos, sus pequeñas piernas tambaleaban a cada paso.
El ruido de unos caballos lo alertaron, era un soldado, uno de los que había acabado con su aldea. Al verlo, ahí parado, tan pequeño y con la cabeza tan alta, esperando un golpe final, se apiadó del niño. Lo llevó hacia sus tierras y lo crió, entrenándolo como lo que él era, un mercenario. Conoció a su grupo, y cuando tuvo edad suficiente para ser considerado un hombre, fue proclamado el líder. El cuervo.
Sus servicios eran a quien mejor pagaba, daba igual patria, daba igual a quien matase o robase.
No había nombres, sentimientos, solo importaba él.
Murió joven, en una batalla. Pero consiguió que todos temiesen la mera mención de su nombre.
Después de miles de años en el Tártaro, Hades llamó a su alma a su presencia.
Un pacto.
Él le daría poderes y le devolvería la vida. No solo eso, tendría la vida eterna.
Solo debía servirle en la guerra. Matar a los humanos y a los Saeïr.
Fue así como volvió a la Tierra, transformado en un Bersheker y con más ansias que nunca.